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domingo, 25 de octubre de 2009

Tomás Ruiz Fernández

Tomás Ruiz Fernández fue uno de los criminales más sanguinarios de Cantabria a mediados de los años ochenta. Hace unos días fue hallado muerto a balazos cerca de la puerta de la prisión de El Dueso. Puede tratarse de una venganza del pasado o de la acción de un sicario por asuntos de la mayor actualidad.
Una década antes, Tomasín había cometido un atraco en una joyería de Reinosa y le cayeron dieciséis años de cumplimiento. Cuando llevaba ocho de prisión le dieron un permiso de esos que supuestamente preparan para la reinserción. No volvió a la cárcel y aprovechó para, en menos de 48 horas, llevar a cabo cuatro asesinatos.El 2 de febrero de 1986, en compañía de Francisco José Hidalgo «Butati», transportó a una pareja, María Violeta, de 25 años, y Sixto, de 30, presuntamente por algún tipo de trapicheo con sustancias tóxicas. Pero, en realidad, querían darles muerte a tiros en un especial ajuste de cuentas que debió continuar poco después, cuando, al día siguiente y con el mismo cómplice, se llevó a dos hombres, Pedro y Miguel, a otro lugar solitario. Allí, tras golpearlos, los eliminó a tiros y quemó la furgoneta en la que abandonó los cadáveres, según la Audiencia Provincial.
Tal vez todo este lío de muertes y de parejas asesinadas tuvo que ver con el botín de la joyería de Reinosa. Se sospecha que algunos de los que participaron vendieron el botín y se quedaron con el dinero de todos.Finalmente, Tomasín, convertido en el enemigo público Nº 1 de Cantabria, fue capturado en Laredo, en una bolera donde desencadenó un incidente que no tuvo consecuencias trágicas debido a que se le encasquilló el arma que portaba. Se enfrentó al dueño del local, que le llamó la atención por tirar los bolos con demasiada violencia. El delincuente trató de imponer su ley, pero varios jugadores se echaron sobre él y llamaron a la Guardia Civil. Tomasín, ojos pequeños como puñaladas de pícaro, cejas pobladas, nariz de proa de barco, frente despejada con anchas entradas y boca carnosa, con barbilla prominente, tenía un aire de bandido recién bajado de la montaña. Los cuatro asesinatos le costaron una nueva condena.
Ya arrastraba 21 antecedentes por robo y otros delitos de su juventud, pero los de sangre le supondrían 88 años de castigo en 1989, lo que veinte más tarde supuso un nuevo permiso de salida, ya que en la Junta de seguimiento de la prisión del Dueso optaron por que lo intentara otra vez.Volvió a fallar: no regresó el viernes, cuando se acababa el permiso. En realidad, no habría de volver a su celda nunca más. Las últimas vacaciones penitenciarias fueron especialmente malas para la salud de Tomasín: fue encontrado muerto dentro de una furgoneta Renault Traffic el pasado lunes por la mañana a unos metros del muro de la prisión del Dueso. Estaba acompañado por dos personas, un hombre de 43 años y una mujer de aproximadamente la misma edad. Todos muertos del mismo mal: exceso de plomo en la sangre.
Los autores del crimen fueron al parecer dos individuos. Uno de ellos se bajó de un coche de alta gama, quizá un Audi de color rojo. Se situó en la ventana del copiloto de la Renault y abrió fuego. La mujer recibió tres disparos, y los hombres, dos cada uno: todos tenían un balazo en la cabeza.La Guardia Civil rastrea el pasado del sanguinario Tomasín, que pasó 32 años, de los 55 que tenía, a la sombra.
En abril de 1986 se le imputaron cinco homicidios con agravantes, aunque el quinto no se pudo probar. Pagó por los cometidos en las localidades cántabras de Cueto y Mogro. Ya en su día, la salida penitenciaria que se le concedió levantó un debate sobre la oportunidad de conceder el segundo grado con facilidad para salir a la calle a determinados reclusos. Como siempre, esa polémica se cerró en falso.
Lo peor de todo es que a Tomasín lo consideraron apto para la reinserción ya en los 80, a pesar de que los psiquiatras que lo reconocieron lo consideraron muy peligroso, de «carácter explosivo» y «personalidad psicopática» irreversible. Es decir, que Tomasín no tenía arreglo.Francisco José Hidalgo «Butati», además de acompañarle en su carrera delictiva, fue procesado por el crimen que dio lugar a la primera vista con jurado popular en España: el asesinato del preso Agustín «Tino», perpetrado en 1986 en la cárcel de Nanclares de la Oca. También estaba relacionado con el célebre atraco de la joyería de Reinosa.

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entrada de tribulete @ 9:29

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